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8 DE ENERO: NADA QUE CELEBRAR EN LA HABANA

8 DE ENERO: NADA QUE CELEBRAR EN LA HABANA
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8 de enero: nada que celebrar en La Habana. El 8 de enero de 1959 no es un día para celebrar en Cuba, sino para lamentar, llorar, y hasta odiar. Es el día que murió la Libertad en la isla. El carnaval de tanques, jeeps y camiones con que Fidel Castro se hizo acompañar en su entrada en la capital cubana era en verdad un sepelio, un cortejo fúnebre. Si acaso, una versión moderna y grotesca de las llegadas triunfales de los generales antiguos a Roma, entonces capital de un imperio avasallador, tras sus victorias colonizadoras a todo lo largo de Europa y el norte de África. Venían acompañados de botines, esclavos y los ecos del dolor que sembraron tras ellos.

Fidel Castro no entró a La Habana, sino que la tomó militarmente, la colonizó, la reclamó para sí, sus descendientes, súbditos y criados más fieles, dispuestos a hacer todo por mantener el favor del nuevo rey cubano Fidel I de Birán. Fidel Castro entró en La Habana arrollando con las orugas de sus tanques la esperanza y la alegría. “Rían por última vez”, parece decirle el dictador a las multitudes felices que lo recibieron ese día, “a partir de ahora solo se reirán de mis chistes y de los castigos que les impondré así porque sí.”

El 8 de enero de 1959, junto a Fidel, entraron a La Habana la expulsión de Manuel Urrutia Lleó, el asesinato de Camilo Cienfuegos, la nulidad del presidente títere Osvaldo Dorticós, las terribles “Palabras a los intelectuales”, la Crisis de los Misiles, las UMAP, el Cordón de La Habana, el Servicio Militar Obligatorio, el Caso Marquitos, la Zafra del 70, el Caso Padilla, los colonizadores soviéticos, el Quinquenio Gris, las guerras injerencistas de Etiopía y Angola, la crisis de la Embajada del Perú y del Mariel, los balseros, el Remolcador 13 de marzo con sus muertos sedientos de justicia, el Período Especial, los presos políticos, el exilio de millones, las familias quebradas, la esclavitud de los médicos…eso, y muchísimo más, es lo que entró ese día a La Habana, y muy pocos lo advirtieron.   

Fidel llegó a La Habana con su falsa sonrisa, su hatajo de promesas inútiles, su colección de mentiras, su desmedida hambre de poder, su eterna tiniebla. Llegó y no quiso irse más, y no se ha ido. Aún no deja ver el sol. Cuba es un eterno eclipse. Un eterno campamento militar. Y un hambre infinita.    

Este 8 de enero, los pocos que celebran son los generales y doctores que han mal heredado el feudo caribeño, y que es mal administrado por el medio hermano acomplejado Raúl, y sobre todo mal conducido por el capataz narizón de Díaz-Canel. El pueblo, esclavizado bajo las botas de los viejos miembros del 26 de Julio, y que solo sueña en escapar a otros países en busca de un poco de esperanza, pasan indiferentes junto a las bocinas propagandísticas que vomitan canciones de Silvio Rodríguez en algunas esquinas de La Habana.

Menos caso aún le hacen a la ridícula recreación de la trayectoria de la caravana, orquestada por los funcionarios mediocres y oportunistas de la UJC, aspirantes a las escasas migas que les quieran tirar los generales. Pero al menos pocos son los que les aplauden la gracia, los que se detienen a formar cordones a las orillas de las carreteras y calles, los que hacen “acto de presencia” por miedo a represalias laborales o policiales. Hay demasiada hambre y demasiada necesidad como para perder un minuto en ese mal chiste. Los cubanos avanzan por las calles en busca de la subsistencia, y ni reparan en las cancioncitas de Silvio. El hambre puede más que el miedo. La basura inunda la ciudad. Su pudrición y su pestilencia son los “homenajes” mudos que La Habana le hace a su conquistador y a su caravana triunfal.   

https://www.infobae.com/historias/2023/01/08/soy-marxista-el-dia-que-fidel-castro-traiciono-su-promesa-de-democracia-y-el-divorcio-por-carta-del-che-guevara/

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