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CELEBRAR O NO CELEBRAR EL FIN DE AÑO

Celebrar o no celebrar el fin de año. Esa es una cuestión en la que se debaten los cubanos mientras se acercan las navidades y el año nuevo. Los insumos alimentarios en el país son escasos, los precios están disparados, mientras los salarios son inamovibles.
¿Tienen algo que celebrar los cubanos? Para Juan Ramón un adulto mayor de 67 años que trabaja de custodio para completar los años de trabajo que necesita para la jubilación, su respuesta es, no. “Celebro haber sobrevivido este año. Vivo solo, y comer en Cuba es una tarea difícil. Ya no tomo café porque no hay, no como carne porque no puedo pagarla, y no bebo ron porque lo que están vendiendo en la calle es un chispaetré. Así que celebro que estoy vivo, y no gracias al gobierno, la cena de este año la dejamos para el que viene, a ver si llego”.
Las celebraciones navideñas en la isla son pocos los que pueden permitírselas. Realizar 2 cenas en una semana es un privilegio de ricos. “Hace años que no hago cena el 24″, dice Celina maestra jubilada, y ahora mucho menos. Sabes el hambre que hemos pasado en los últimos meses, sin arroz, sin frijol, sin pollo. Es que no sé todavía si podré hacer una comidita el 31, todo depende de si puedo comprar la carne de cerdo, estoy pensando cambiar y hacerla con pollo que es más barato”.
El meollo de la cena es la carne de cerdo, insumo central del festejo. El precio “regular” está en 450 a 500 pesos la libra, por lo que una pierna de 7 libras sobrepasaría los 3000 pesos, un monto superior al salario mínimo del país. El colapso de la producción estatal de carne ha dejado la totalidad de la oferta en manos privadas, y el precio no para de subir.
 Algunos para evitarse esta onerosa compra crían sus animales en corrales improvisados en los patios de sus casas. Para alimentarlos, recogen o compran las llamadas “comida de machos”, que son los desechos de comidas de instituciones, escuelas y hospitales. Como estas fuentes han mermado, los criadores ponen anuncios de “se compra comida de macho”.
Para Yuneika, auxiliar  en una escuela con un salario mínimo, criar cerdos es su vía de sacar un dinerito y tener proteínas. “Teníamos un corralito de cemento que no usábamos, nos pusimos las pilas, mi esposo y yo, para aprovechar la cantidad de comida que se bota de la merienda escolar, un agua de yogur y pan con embutido. Los muchachos no se comen eso. Yo llevo mis tanqueticas todos los días y aseguro la comida del animal. No tengo que invertir en comprarle comida. Lo voy a matar el 28, me quedo con una pierna y el resto lo vendo”.
Las ofertas para la cena están disponibles en los mercados: arroz: 180 lb, frijol colorado: 200 lb, col 70 lb, tomate 80 lb, malanga 100 lb, anuncia la tablilla de uno de los mostradores del mercado de Los Pinos en Santiago de Cuba, pero extrañamente la instalación está vacía. ‘Todo está muy caro’, dice un usuario que se pasea por los distintos kioscos con una libra de boniatos, “hay de todo y no puedo comprar casi nada. Este fin de año muy pocos podrán hacer cena”.
“Tengo la esperanza de poder comprar algo en las ferias que van hacer a partir del 27 de diciembre”, dice Odalis, “por lo menos comprar las viandas porque ya dijeron que no van a vender cerdos. Ya yo cambié la carne de cerdo por el pollo. Hay que adaptarse, y olvidarse de la tradición, sino no comes”.
La crisis económica incide en todos los ámbitos de la vida del país. La tradicional cena de fin de año será eliminada del programa de festejos de muchos cubanos empobrecidos que prefieren comer varios días. “Estamos en modo supervivencia”,  dice Juan Ramón, “la cena del 31 es la comida de una semana”.
Maricel Nápoles González

Maricel Nápoles González

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