DE LA POTENCIA MÉDICA NO QUEDA NADA
De la potencia médica no queda nada.
A la memoria de Margarita Delisle.
Todos saben de las vicisitudes diarias en la vida de un cubano. Afrontar la supervivencia como si estuviéramos en la selva, es el día a día. Hay que “luchar” por la comida, el agua, la electricidad, el transporte, ente otros. Pero la medicina es de los renglones cuyos indicadores han decaído ya a niveles críticos. Enfermarse en Cuba es caer en una incertidumbre que atormenta a los familiares del paciente, pues deben llevarlo todo: comida, implementos higiénicos, agua, hielo y medicamentos.
“El doctor receta y nosotros compramos los medicamentos en el mercado negro, y si lo encontramos se le da a la enfermera para que los administre” dice Yari que acompañó a su madre ingresada en el Hospital Saturnino Lora de Santiago de Cuba, “pero para ingresarla fue una agonía, la llevamos como tres veces al cuerpo de guardia porque estaba deshidratada de tanto vomitar, nos mandaban para el policlínico, pero allí nos decían que no tenían nada para ponerle, así que de vuelta para el hospital y todo esto alquilando carros particulares con precios de entre 1000 y 2000 pesos porque las ambulancias no existen”
A esto se le suma la compra de los medicamentos, en su caso el cartopril, el propanolol, la rantidina y el omeprazol, no bajaban de 250 pesos por blíster, la medicina gratis cubana sale cara.
En los 8 días de ingreso de su madre, Yari y su hermana con la ayuda de otros familiares gastaron alrededor de 6000 pesos, lo que supera el salario promedio del país. “Y lo más triste ha sido que nunca pudieron encontrar el diagnóstico de su enfermedad, las pocas pruebas que le hicieron, no encontraron nada, y la placa no se le hizo porque teníamos que buscar el bario, que no apareció. Al final nos dieron el alta porque había mejorado los vómitos con los sueros” Tres meses después su madre falleció mostrando la misma sintomatología.
Para Carlos el ingreso urgente de su hermana por una obstrucción intestinal fue traumático porque ella vive en las afueras del municipio de San Luis, en Santiago de Cuba. “La ambulancia nunca apareció” dice, “al final decidimos alquilar un carro y llevárnosla para Santiago. Allí fue operada de urgencia, todas las bolsas para la colostomía se las compramos a una vecina cuyo familiar había fallecido, y se la habían enviado desde Estados Unidos. Gracias que las conseguimos porque en el hospital no había. ¿Cómo íbamos a recoger la mierda sin esas bolsas?”
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La higiene de los centros hospitalarios es otro de los graves problemas que padecen los pacientes y familiares. “El hospital es un churre”, dice Haydeé, que está acompañando a su hermana en el Cuerpo de Guardia del Hospital, “parece que no hay suficientes auxiliares de limpieza porque el baño de aquí está insufrible, ni con la puerta cerrada se soporta el olor”. A esto se le suma las cucarachas llamadas en Cuba “alemanas” que inundan todas las instalaciones del hospital. La plaga es tan grande que se puede ver a simple vista en las mañanas en paredes y puertas.
Un doctor que nos pidió anonimato declaró que los pacientes piensan “que la condición humanista de los médicos cubanos se está perdiendo y eso se debe primero: a las condiciones en las que trabajamos y los recursos de los que disponemos, eso se ve obvio, seriamente dañado porque cuando uno va a tratar a un paciente y no tienes el medicamento idóneo que necesita, ya eso tiende a perjudicar la salud del paciente y pone en tela de juicio la opinión que puedan tener los familiares con respecto al médico”.
Mientras el gobierno continúa con su trata de personal sanitario para obtener divisas, los cubanos sufren un sistema de salud en declive, para el cual el gobierno ya se vió obligado a aprobar los recursos médicos que llevan los pacientes, una medida necesaria para que la población cubana pueda salvar la vida de sus familiares.
